Igor Moiseyev es un ejemplo a seguir para los coreógrafos

Entrevista con Leonid Milovanov, coreógrafo de Cosacos de Rusia

Hace poco estuvo de gira por España el Teatro Estatal de Danza Cosacos de Rusia y en una cafetería de Madrid estuvimos hablando con su coreógrafo Leonid Milovanov sobre Igor Moiseyev y nos explicó por qué su labor artística fue tan importante:

Igor Moiseyev fue la primera persona que llevó el arte popular al marco de danza profesional y gracias a él, ahora la danza popular está al mismo nivel que la clásica y la moderna. Los coreógrafos hacemos los arreglos comprendiendo lo esencial de sus enseñanzas, buscando transmitir la esencia de los pueblos que representamos y añadiendo nuestra propia visión. ¡Qué Dios ayude a todos los coreógrafos a entender cómo trabajar con el folclore para que el fino hilo del carácter del pueblo quede visible!

Hay que entender que en un escenario no resulta interesante ver folclore en forma pura, para ello hay que adaptarlo; pensar en los pasos, el argumento, los personajes… Por ejemplo, el bailarín Kosogorov de la compañía de Moiseyev en su danza Kadril (una danza popular decimonónica) hacía un característico gesto con la mano y tras ello la danza envolvía… Nada más salir al escenario y hacer este gesto el público se llenaba de emoción y pensaba: ¡Qué bonito! ¡Qué modales, vaya espíritu! Y qué difícil hacerlo profesionalmente…

En efecto, no se trata de una tarea fácil ya que el academismo tiene que estar presente en cada movimiento. Importa cada detalle: levantar la pierna con un ángulo preciso, colocar exactamente el talón, estirar la punta y las rodillas… todo está por encima de las capacidades habituales de las personas, solo puede hacerlo un profesional. Además, yo siempre he defendido que es vital que cualquier bailarín profesional posea una muy buena base clásica. Si el bailarín tiene la postura perfecta, cómo pone atrás los hombros o cómo baja el tórax, enseguida hará que se vea que es profesional. Sin esto el baile carece de interés.

Moiseyev unió la escuela clásica con la danza folclórica y creó su propia escuela, recibiendo seguidamente un gran reconocimiento nacional e internacional. La selección de artistas para entrar en su compañía era durísima a no ser que se tuviera alguna virtud muy especial, como dar saltos muy altos, retenerse en el aire saltando o dar rápidos giros. Había que tener una “guinda”, el artista tenía que sorprender a Moiseyev. Todos sus artistas eran joyas y sorprendían con su personalidad. Los Cosacos no tienen tanta pretenciosidad.

Creó una escuela con un academismo, una perfección de los movimientos, y un sincronismo difícil de superar; todos levantan la cabeza igual, todos miran al mismo lado y mientras tanto el solista representa una individualidad.

Moiseyev es como una enciclopedia, un genio, es el comienzo de una escuela de coreógrafos y bailarines a los que enseñó cómo conseguir resultados y cómo trabajar con los artistas. Y por su gran profesionalidad y vocación es el ejemplo a seguir de todos y cada uno de ellos.

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